Las Cemitas saben mejor sin papalo

I

Siempre eh creído que el número perfecto es el tres, mas haya que solo puedan existir dos números y la suma de estos sea la cantidad infinita representada en un signo absurdo, pero habemos a quienes la suma del cero y el uno no nos dicen nada y casi nada, en comparación de la suma del uno y el dos.

Cuando tenia tres años, mi abuelo de oficio carnicero, me salvo de que me cortara un dedo con la cierra eléctrica, la cual le permitía mostrar esas chuletas de corte perfecto en su vitrina, cada mañana

Después al cumplir los seis años descubrí la crueldad del abandono, mis padres me dejaron en la puerta de una escuela, mis hermanos me asustaban diciendo que estaría en una escuela hecha con palos y ramas y tendría que cantar esa empalagosa canción que salía en los comerciales de educación rural de la SEP, me costo trabajo aceptarlo

II

Tenia días que no lograba dormir bien, solo dormitaba, según mi alter ego, esto se debe a tanto que pienso, no lo se, de lo único que estoy seguro que cada noche me costaba mas trabajo conciliar el sueño y lo mas difícil no era eso, sino tener que soportar el despertador justo en el momento en que por fin empezaba a descansar

Seguí soñando con ella, en distintas circunstancias, algunas veces en el papel de juez, otras veces solo de personaje ambiental, el caso es que siempre me robaba no el sueño si no esa tranquilidad que sueles tener al despertarte.

Ya no estaba seguro si quería dormir o no pues sabia que en el momento en que lo lograra, aparecería de nuevo.

La verdad es que ahora la extraño más que cuando se fue y creo que por eso aparece en mis sueños, para reprocharme todo eso que no pudo hacerlo de frente.

III

Hace tres años me subí a un autobús color amarillo canario, mire por la ventana y ahí estaba ella en una banca, como esperando que me fuera por fin, después de muchas horas después llegue al lugar menos indicado en el lugar mas inapropiado.

Hoy han pasado tres años y aún sigo recordándola sentada en esa banca.